Hoy es un día importante para nosotros, es un día que celebramos muy especialmente en Raíces y Flores; como cada cambio de estación, nos despedimos del verano para darle paso al otoño.
Hoy en especial, 21 de septiembre se produce el llamado equinoccio de otoño, momento en el cual la duración del día y la noche es equivalente; este fenómeno se interpreta desde tiempo antiguos en que el mundo esta equilibrado y me parece precioso poder celebrarlo y transmitirle esto a los niños y niñas. Ellos todavía no buscan grandes explicaciones pero lo sienten, sienten el cambio y eso es lo más bello.
Hoy hemos pasado una mañana maravillosa, fabricando y recortando hojas de goma eva, comiendo higos y mermelada de calabaza y bailando y danzando por todo lo alto.
Ya poco a poco nos vamos preparando para el invierno, comiendo y absorviendo la energía de los ricos frutos que nos dan los arboles, adaptándonos poco a poco al temporal, recogiéndonos y preparando nuestro cobijo.
Comparto con vosotras un texto precioso sobre el otoño, de Jose María Toro, me gusta no solo por el cambio de estación, si no por la relación que tiene con todo lo que estamos viviendo en este mes en el espacio.
Es momento de soltarse, lindas hojas, de vuestros queridos árboles.
"Siempre me ha parecido espectacular la caída de una hoja.
Ahora, sin embargo, me doy cuenta que ninguna hoja “se cae”
sino que llegado el escenario del otoño inicia la danza maravillosa del soltarse.
Cada hoja que se suelta es una invitación a nuestra predisposición al desprendimiento.
Las hojas no caen, se desprenden en un gesto supremo de generosidad
y profundo de sabiduría:
la hoja que no se aferra a la rama y se lanza al vacío del aire
sabe del latido profundo de una vida que está siempre en movimiento
y en actitud de renovación.
La hoja que se suelta comprende y acepta que el espacio vacío dejado por ella
es la matriz generosa que albergará el brote de una nueva hoja.
La coreografía de las hojas soltándose y abandonándose a la sinfonía del viento
traza un indecible canto de libertad y supone una interpelación constante y contundente
para todos y cada uno de los árboles humanos que somos nosotros.
Cada hoja al aire que me está susurrando al oído del alma
¡suéltate!, ¡entrégate!, ¡abandónate! y ¡confía!.
Cada hoja que se desata queda unida invisible y sutilmente
a la brisa de su propia entrega y libertad.
Con este gesto la hoja realiza su más impresionante movimiento de creatividad
ya que con él está gestando el irrumpir de una próxima primavera.
Reconozco y confieso públicamente,
ante este público de hojas moviéndose al compás del aire de la mañana,
que soy un árbol al que le cuesta soltar muchas de sus hojas.
Tengo miedo ante la incertidumbre del nuevo brote.
¡Me siento tan cómodo y seguro con estas hojas predecibles, con estos hábitos perennes,
con estas conductas fijadas, con estos pensamientos arraigados,
con este entorno ya conocido…
Quiero, en este tiempo, sumarme a esa sabiduría, generosidad y belleza de las hojas
que “se dejan caer”.
Quiero lanzarme a este abismo otoñal que me sumerge en un auténtico espacio de fe,
confianza, esplendidez y donación.
Sé que cuando soy yo quien se suelta, desde su propia consciencia y libertad,
el desprenderse de la rama es mucho menos doloroso y más hermoso.
Sólo las hojas que se resisten, que niegan lo obvio,
tendrán que ser arrancadas por un viento mucho más agresivo e impetuoso
y caerán al suelo por el peso de su propio dolor."